Al fin un resquicio de soledad.
Hace mucho que no disfruto de uno.
Últimamente todo el mundo ha estado con el ojo puesto sobre mí, y
aunque es reconfortante, llega a ser a su vez, irritante.
La casa está vacía, ellos trabajan.
Aprovecho para disfrutar de un
cigarrillo en el sofá. Él se enfadará al llegar a casa, no le
gusta el olor del tabaco.
Expulso el humo, deseando que con ello
se escapen también algunos pensamientos turbios. El cigarrillo está
casi terminado. Lo apago y me echo contra el respaldo del sofá.
Suspiro.
¿Qué me pasa?
No lo entiendo... hay un fuerte dolor
en mi pecho. Pero estos días he sido... ¿feliz? No. Pero no he
estado tan triste.
Tengo mi dosis, podré sobrevivir un tiempo
más. Aunque no demasiado.
Hay tantas cosas que quiero hacer y
jamás podré...
Y sin embargo, aunque les tengo, aunque
se esmeran en cuidarme... ¿lo harán por amor?
Me he sentido como una carga, un
maldito obstáculo en sus vidas.
Quizá... sí. Quizás estoy celosa.
¿De mí misma?
Ya estuve celosa una vez, cuando... No.
Siempre estuve celosa. Me gustaba ser su único centro de atención.
Pero ya no lo soy.
Sí, estoy segura. Ellos siempre me han
querido más cuando era pequeña.
Luego... nada.
Me incorporo para buscar otro
cigarrillo. Algunos surcos de lágrimas recorren mis mejillas. Busco
el mechero y lo enciendo.
En la primera calada, me reclino de
nuevo contra el respaldo y cierro los ojos.
¿Me estarán buscando en mi tiempo?
O... ¿se habrán olvidado de mí?
Tal vez no quiero conocer la respuesta
a esas preguntas.
No... mejor no...