Sombras. Es todo lo que recuerdo hasta
aquel día. Me sentía entre dos mundos, pero al mismo tiempo era
como si no perteneciese a ninguno. Me sentía vagar, deambular por
lugares que desconozco, casi sin ser consciente de mi propia
existencia.
Hasta que de pronto... algo tiró de
mí.
Vi a una mujer, estaba todo demasiado
borroso. Era como si no hubiese visto hasta entonces, como si mi
visión hubiera estado apagada en cierta forma. Pero poco a poco,
tras algunos instantes de turbación, pude ver la verdad de esa
mujer. Algo me decía que tenía que obedecerla, que era superior a
mí. No sabía exactamente por qué, me frustraba.
Yo no soy el siervo de nadie. Mucho
menos cuando me arrancan de algún lugar con intención de darme
órdenes. Aunque no recuerde cuál era.
Poco a poco fui recordando algunos
trazos de los momentos que he ido... ¿viviendo? desde mi muerte. A
veces intentaba hablar con alguien. Pero no me escuchaban ni me
veían. Era frustrante y doloroso. Sé que en alguna ocasión he
intentado hablar con alguien que era importante para mí en vida. El
dolor... el rechazo... el miedo.
Aunque ya no recuerdo nada de mi vida,
de las personas a las que alguna vez amé... me siento tan solo. Tan
perdido.
-Quiero que cuides de mi hija.-Me
ordenó con voz inquisitiva, con el semblante serio. Aquellos
recuerdos regresaron a mí en cuestión de segundos. No sabía cuánto
tiempo llevaba sin hablar con nadie, pero no me agradó en absoluto
su tono de voz.
Y sin embargo... tuve que obedecerla.
De pronto estaba ya al lado de una
pequeña que jugaba sola en un jardín bastante grande. Era muy
pequeña, me sorprendía que pudiese caminar y casi correr de esa
forma. La observé durante bastante rato, casi con indiferencia.
Pensé con ironía: “Tener que morir para que me obliguen a hacer
de niñero...”
Permanecí ahí mucho tiempo, mirándola
y vigilando alrededor. ¿Por qué tendría que cuidar de ella?
Me sentía desolado, más perdido
incluso. Había estado vagando sin rumbo, sin consciencia durante a
saber cuánto tiempo. Y entonces, me obligaban a ser consciente de mí
mismo para descubrir de nuevo lo solo que estaba.
-¿Por qué estas tan triste?-Escuché
de pronto una voz infantil, melodiosa y suave. Miré a la niña con
gran incertidumbre.
Y todo se congeló cuando la descubrí
mirándome directamente.
No... podía ser. Tenía que ser
casualidad.
-¿Cómo te llamas?-Me preguntó con
una mirada cargada de curiosidad e inocencia. No respondí, todo a mi
alrededor estaba frío, quieto.
Intentaba hablar. ¿Hacía cuánto
tiempo desde la última vez que intente hacer algo parecido a eso?
Abrí la boca. Pero nada salió de mí.
Me esforcé todo lo que pude. Ella
seguía mirándome con esos enormes ojos curiosos.
De todas formas... ¿qué iba a
responder? ¿Cómo me llamaba? ¿Quién era yo?
Observé a mi alrededor desesperado, en
busca de una respuesta. Pero no había nada, salvo un libro. No sé
por qué, pude hacer otro esfuerzo para descifrar las palabras.
W...i...l...l...i...a...m
Una extraña voz, que no era
exactamente eso, salió de mí para responder a la pequeña. Temí
asustarla, pues... ni siquiera parecía una voz. Ni siquiera sonaba
humano. Era gutural, era una brisa. Me dio miedo a mí mismo.
Pero a ella...
-William... ¡Will! ¿Quieres ser mi
amigo?
Me quedé perplejo. Ella me estaba
sonriendo, sin ningún miedo.
Sentí algo dentro de mí. Una
sensación cálida, reconfortante. Un recuerdo de esa candidez. Lo
más parecido a un corazón latiendo dentro de mi pecho.
Entonces comprendí... que no estaba
del todo muerto. Que la muerte es solo el principio... que existen
grandes motivos para seguir existiendo.
Esa sonrisa... ¿qué haría yo sin
esa sonrisa?
No hay comentarios:
Publicar un comentario