miércoles, 25 de junio de 2014

Un tiempo más

Al fin un resquicio de soledad.
Hace mucho que no disfruto de uno. Últimamente todo el mundo ha estado con el ojo puesto sobre mí, y aunque es reconfortante, llega a ser a su vez, irritante.

La casa está vacía, ellos trabajan.
Aprovecho para disfrutar de un cigarrillo en el sofá. Él se enfadará al llegar a casa, no le gusta el olor del tabaco.
Expulso el humo, deseando que con ello se escapen también algunos pensamientos turbios. El cigarrillo está casi terminado. Lo apago y me echo contra el respaldo del sofá.
Suspiro.

¿Qué me pasa?
No lo entiendo... hay un fuerte dolor en mi pecho. Pero estos días he sido... ¿feliz? No. Pero no he estado tan triste.
Tengo mi dosis, podré sobrevivir un tiempo más. Aunque no demasiado.
Hay tantas cosas que quiero hacer y jamás podré...

Y sin embargo, aunque les tengo, aunque se esmeran en cuidarme... ¿lo harán por amor?
Me he sentido como una carga, un maldito obstáculo en sus vidas.
Quizá... sí. Quizás estoy celosa.
¿De mí misma?
Ya estuve celosa una vez, cuando... No. Siempre estuve celosa. Me gustaba ser su único centro de atención.
Pero ya no lo soy.
Sí, estoy segura. Ellos siempre me han querido más cuando era pequeña.
Luego... nada.

Me incorporo para buscar otro cigarrillo. Algunos surcos de lágrimas recorren mis mejillas. Busco el mechero y lo enciendo.
En la primera calada, me reclino de nuevo contra el respaldo y cierro los ojos.

¿Me estarán buscando en mi tiempo?
O... ¿se habrán olvidado de mí?

Tal vez no quiero conocer la respuesta a esas preguntas.

No... mejor no...


viernes, 23 de mayo de 2014

Poción mágica

En su habitación ella espera, como casi todas las noches.
Ya llevaba siempre consigo una linterna, porque la primera vez que le vio se asustó mucho. Pero ahora que se había acostumbrado a su presencia le agradaba mucho encontrar su rostro en la oscuridad.

Le gustaba que viniera porque solo hablaba con él. Era el único privilegiado que escuchaba su voz. Porque ella sabía que papá y mamá la querrían más si permanecía en silencio siempre. Al menos, eso le dijo su maravilloso amigo.

Recordaba la conversación que habían tenido la noche anterior. Esta noche es muy diferente a esa, se han desvelado demasiadas cosas terribles para su inocente mente, y no es capaz aún de asimilar lo que está ocurriendo delante de sus ojos.

La noche anterior:

-¿Has tenido un buen día hoy, Jenna?-Le preguntó él, con una sonrisa amable y cariñosa, cándida, como siempre.

-Sí, como todos.-Respondió ella, y suspiró.-¿Cuándo voy a poder hablar?

-Pronto. ¿Sabes? He encontrado algo maravilloso y mágico que te gustará.

-¿El qué?

-Es una poción mágica.-Le dijo él, y sacó un pequeño frasco, como los que enviaba a sus padres cada año. Sin embargo, ya no era necesario, puesto que ya no los necesitarían. Ella ya tenía lo que necesitaba delante de sus ojos.

-¡Ala!-Casi exclamó, aunque se tapó la boca, para asegurarse de que no la han escuchado. Permanecieron en silencio, expectantes. Pero nada ocurrió.-¿Y qué hace?

-Te da respuestas.-Le explicó él, acariciando su mejilla.-Mañana por la noche, dale a papá y a mamá un zumo con esta poción. Si ellos se quedan jugando contigo toda la noche, te quieren de verdad. Si por el contrario, se quedan dormidos... es que no te quieren, cariño.

Ella cogió el frasquito, y lo miró con algo de miedo.

[...]

Y esta noche...
Esta noche ella ha descubierto al fin la verdad. No es querida, solo hay una persona en el mundo que la quiere de verdad.
Permanece de pie, observando con miedo el cuerpo dormido de su padre, que ha caído con fuerza al suelo y se ha herido la frente.
Comienza a llorar, sin creerlo. Pero llora en silencio, por un dolor que proviene del corazón.

Detrás de ella, una figura conocida.

-Te dije que no te querían...-Le dice el hombre, agachándose y acariciando sus hombros, mirándola con fingida tristeza. Jenna le mira, con las mejillas empapadas.

Él, se incorpora y le sonríe. Le tiende la mano, mirando sus ojos con calidez y cercanía. Ella titubea y vuelve a mirar a su padre.

-Es hora de irnos.-Vuelve a decir el hombre.

Y la pequeña, se gira. Observa su mano, y tiende la suya con cuidado y algo de miedo, hasta rozar la de su amigo.
Finalmente, ella le sonríe.

-Gracias, Marcos.


viernes, 4 de octubre de 2013

Una luz en mi vida

El humo se desliza suavemente hacia el techo, haciendo un objetivo perfecto para mi mirada cuando intento pensar. Pensar en esta noche que hemos compartido con unos pocos, celebrando que mi mejor amigo se marcha para hacer su vida con su pareja.

Realmente me siento feliz por él.
Parece que las cosas se van ordenando poco a poco, y aunque tarde, parece que vamos comprendiendo el hecho de hacernos mayores. Con esa estabilidad que se nos supone... Y ojalá fuera plena...

La llegada de Laura y sus pretensiones me han hecho temblar. Tambalear. Me ha hecho ver lo débil que soy, y eso me asusta. He sacrificado muchas cosas, y creo que eso no cambiará en el futuro. Todo para compartir una vida que sin darme cuenta deseaba. Y gracias a Dana, lo he recordado con... no encuentro la palabra para ese sentimiento.

Como observar un tesoro que llevas siempre contigo, y que siempre logra sacarte una sonrisa.
El primer beso de Helen, eso es lo que recuerdo. En la oscuridad de la noche, en una soledad total, una calle vacía. Se dejó abrazar sin apenas preguntas, como deseando encontrar ese contacto con alguien. En una de mis desesperadas despedidas para evitar perderlo todo con ella, se aproximó a mí, susurrando unas últimas palabras. Y sus labios apenas rozaron los míos.

Nuestro secreto, nuestro acto prohibido.
No puedo renunciar a la luz que ha iluminado mi vida desde entonces.


El cigarro se consume, mis ojos se cierran. Es hora de dejar pasar otra noche.

-Morton Rainy-


jueves, 3 de octubre de 2013

El principio

Sombras. Es todo lo que recuerdo hasta aquel día. Me sentía entre dos mundos, pero al mismo tiempo era como si no perteneciese a ninguno. Me sentía vagar, deambular por lugares que desconozco, casi sin ser consciente de mi propia existencia.
Hasta que de pronto... algo tiró de mí.

Vi a una mujer, estaba todo demasiado borroso. Era como si no hubiese visto hasta entonces, como si mi visión hubiera estado apagada en cierta forma. Pero poco a poco, tras algunos instantes de turbación, pude ver la verdad de esa mujer. Algo me decía que tenía que obedecerla, que era superior a mí. No sabía exactamente por qué, me frustraba.
Yo no soy el siervo de nadie. Mucho menos cuando me arrancan de algún lugar con intención de darme órdenes. Aunque no recuerde cuál era.

Poco a poco fui recordando algunos trazos de los momentos que he ido... ¿viviendo? desde mi muerte. A veces intentaba hablar con alguien. Pero no me escuchaban ni me veían. Era frustrante y doloroso. Sé que en alguna ocasión he intentado hablar con alguien que era importante para mí en vida. El dolor... el rechazo... el miedo.
Aunque ya no recuerdo nada de mi vida, de las personas a las que alguna vez amé... me siento tan solo. Tan perdido.

-Quiero que cuides de mi hija.-Me ordenó con voz inquisitiva, con el semblante serio. Aquellos recuerdos regresaron a mí en cuestión de segundos. No sabía cuánto tiempo llevaba sin hablar con nadie, pero no me agradó en absoluto su tono de voz.
Y sin embargo... tuve que obedecerla.

De pronto estaba ya al lado de una pequeña que jugaba sola en un jardín bastante grande. Era muy pequeña, me sorprendía que pudiese caminar y casi correr de esa forma. La observé durante bastante rato, casi con indiferencia. Pensé con ironía: “Tener que morir para que me obliguen a hacer de niñero...”

Permanecí ahí mucho tiempo, mirándola y vigilando alrededor. ¿Por qué tendría que cuidar de ella?
Me sentía desolado, más perdido incluso. Había estado vagando sin rumbo, sin consciencia durante a saber cuánto tiempo. Y entonces, me obligaban a ser consciente de mí mismo para descubrir de nuevo lo solo que estaba.

-¿Por qué estas tan triste?-Escuché de pronto una voz infantil, melodiosa y suave. Miré a la niña con gran incertidumbre.
Y todo se congeló cuando la descubrí mirándome directamente.

No... podía ser. Tenía que ser casualidad.

-¿Cómo te llamas?-Me preguntó con una mirada cargada de curiosidad e inocencia. No respondí, todo a mi alrededor estaba frío, quieto.
Intentaba hablar. ¿Hacía cuánto tiempo desde la última vez que intente hacer algo parecido a eso? Abrí la boca. Pero nada salió de mí.
Me esforcé todo lo que pude. Ella seguía mirándome con esos enormes ojos curiosos.
De todas formas... ¿qué iba a responder? ¿Cómo me llamaba? ¿Quién era yo?
Observé a mi alrededor desesperado, en busca de una respuesta. Pero no había nada, salvo un libro. No sé por qué, pude hacer otro esfuerzo para descifrar las palabras.

W...i...l...l...i...a...m

Una extraña voz, que no era exactamente eso, salió de mí para responder a la pequeña. Temí asustarla, pues... ni siquiera parecía una voz. Ni siquiera sonaba humano. Era gutural, era una brisa. Me dio miedo a mí mismo.
Pero a ella...

-William... ¡Will! ¿Quieres ser mi amigo?

Me quedé perplejo. Ella me estaba sonriendo, sin ningún miedo.
Sentí algo dentro de mí. Una sensación cálida, reconfortante. Un recuerdo de esa candidez. Lo más parecido a un corazón latiendo dentro de mi pecho.

Entonces comprendí... que no estaba del todo muerto. Que la muerte es solo el principio... que existen grandes motivos para seguir existiendo.

Esa sonrisa... ¿qué haría yo sin esa sonrisa?


lunes, 9 de septiembre de 2013

En las series norteamericanas siempre sale alguno de esos estúpidos cuadernos de hojas amarillas, porque la comprometida psicóloga (quitándose previamente las gafas con dramatismo) recomienda encarecidamente al personaje que escriba sus pensamientos.

Tengo pesadillas. Tengo pesadillas todas las noches. Me siento como un crío con miedo a la oscuridad cuando cae la noche. No puedo sentirme seguro hasta que sé que todos están por fin en casa, listos para una noche tranquila. Y aún así existe la posibilidad de que irrumpan en una casa y destrocen todo aquello que encuentren a su paso.


Todas las posibilidades que te atrevas a imaginar. Y luego diré que no si me llaman paranoico. Pero tengo un miedo atroz a perderlos a todos. Vigilan las calles, saben donde vive ella, ¿cuantos más trazos de mi vida conocen? ¿Saben que ella espera un bebé? Son mi vida, y ellas apenas se dan cuenta de ello. Y por mucho que lo intente, no sé ni como ni de qué quiero protegerlas.

-Morton Rainy-


domingo, 25 de agosto de 2013

Secretos en la ciudad

Se despidieron tras estrechar las manos en señal de acuerdo.  Había sido una conversación muy dura y difícil de comprender. ¿Cómo habían llegado hasta ese punto en la ciudad? Tendría que contactar con él.
Tendría  que informar de lo que está ocurriendo en la ciudad del Príncipe.

En silencio, camina hacia ese Palacio donde se ubica el Elíseo de aquel que procuraba mantener un orden en Londres.
La información que portaba era tan sumamente delicada que no podía confiar en nadie que no fuera el propio Príncipe o… su mano derecha de confianza.

Como cada noche, Miles se paseaba y recibía a todo aquel que quería contactar con su superior, tan neutral y frío como siempre. Es una buena contraposición teniendo en cuenta la naturaleza del Príncipe.
Se acerca en silencio, y con palabras sutiles explicando lo que sus contactos le habían declarado, informa a ese hombre de mirada oscura y penetrante.

-Gracias, Víctor.-Susurra el hombre tras no haber expresado ninguna emoción durante la explicación de su compañero, a pesar de la gravedad del asunto.-Nos encargaremos de ello.

En silencio, el aludido se retira para no intervenir más e el asunto. En según cuales, todos saben cuándo deben desistir a la hora de indagar.
Aquel hombre que permanece siempre en ese lugar, se queda pensando durante largo rato. Suspira decepcionado, y en su gran despacho por donde, quién quiera acudir a la recepción del Príncipe, debe atravesar, se aventura a hacer una llamada.
Es una conversación breve y seca, pero imperativa. Concluye, en una orden que se ha de obedecer para mantener aún en secreto todos aquellos misterios que no logran resolverse.


“Llévatelos lejos, donde yo no pueda volverlos a ver.”