Una pequeña luz ilumina la estancia
donde cuatro personas conversan en voz baja, dentro de ese Palacio
donde nadie se atreve a pasar al caer la noche.
Tres golpes suaves interrumpen el
apacible silencio del lugar, y uno de los Vástagos, el que aparenta
más edad de todos, invita al nuevo inquilino a pasar.
Algunas preguntas suaves, con tonos tan
ligeros que parece que una melodía surge de esa habitación.
-Ella vive, parece no recordar nada de
lo ocurrido.-Informa el recién llegado, provocando diferentes
reacciones a cada uno de los presentes. Dos mujeres que lo observan
divertidas, aunque una de ellas con una mirada llena de cinismo. El hombre de
más edad se mantiene serio, escuchando a su siervo sin ningún ápice
de emociones.
El último hombre, más pasional y frío
a la vez, escucha con atención, reteniendo en su mirada una ira tan
profunda que asustaría a cualquier mortal que osara mirarlo.
-¿Aquí, en la ciudad?-Pregunta una de
las mujeres, sin dar crédito a lo que sus oídos escucha.
-Sí, estaba preocupada.-Susurra el
recién llegado, con voz neutral pero cauta, midiendo sus palabras
para no desestabilizar a los presentes.-Además... está embarazada.
Justo del mismo tiempo desde que él nos dejó.
El hombre joven retira la mirada,
dolido por escuchar eso último. Pero un leve destello de interés
cruza su mirada durante unos breves segundos. Los suficientes para
que nadie se percate de lo que su mente está analizando.
-Tendremos que hacerle una visita, ¿no
crees, Alice?-Pregunta el señor de la persona que trae las noticias,
con una sonrisa divertida.
-Una de mis visitas, ¿cierto?-Alice
sonríe, con ese cinismo y sarcasmo propios de ella. Asiente en
silencio como respuesta a esa pregunta, y nadie más tiene nada que
decir.
El hombre sale para dejar de nuevo a
los presentes a solas, y que puedan conversar y estudiar la
situación. Apenas comparten más palabras, hasta que el muchacho
joven decide levantarse y salir de la estancia.
Nadie pregunta porque a nadie le
importa.
Sale del Palacio, y una vez fuera,
lejos de miradas y oídos curiosos, decide al fin dejar de fraguar la
idea que se le ha estado cruzando por la mente desde la visita de ese
hombre. Para ponerla en marcha.
Sostiene un teléfono, y con una
sonrisa comienza a hablar en voz baja, caminando despacio por la
ciudad.
-Cambio de planes...-Susurra, revelando
un leve signo de locura en sus ojos que más de un desafortunado se
ha cruzado a lo largo de su vida.-No, ya hemos llamado demasiado la
atención.-Una voz suena a través del teléfono, impaciente. Pero el
hombre sonríe con tranquilidad.-Podemos aplazarlo, no queremos que nos descubran, ¿cierto?.-Susurra, y calla unos segundos.-¿Durante cuanto tiempo?
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